Conocí a Max Yearwood fue en una cita a ciegas.
Max era increíblemente guapo, divertido y nuestra química era increíble. También tenía los mayores hoyuelos que jamás había visto.
Exactamente lo que necesitaba después de mi ruptura.
O eso pensaba…
Hasta que llegó mi verdadera cita.
Resultó que Max no era a quien yo iba a conocer. Sólo pretendía serlo hasta que mi verdadera cita apareciera.
Decir que estaba decepcionada sería un eufemismo.
Antes de marcharse, me dio una entrada para un partido de hockey a pocas manzanas de distancia, por si las cosas no funcionaban en mi cita real.
Metí la entrada en el bolso y me dispuse a disfrutar del hombre que se suponía que iba a conocer.
Pero mi verdadera cita a ciegas y yo no teníamos ninguna conexión.
Así que, de camino a casa, decidí arriesgarme y pasarme por el partido.
Cuando llegué, el asiento de al lado estaba vacío.
Decepcionada de nuevo, decidí irme al final del periodo.
Justo antes de que sonara la bocina, uno de los equipos marcó y todo el estadio se volvió loco.
La cara de un jugador apareció en el Jumbotron. Llevaba un casco, pero me quedé helada cuando sonrió.
Lo has adivinado: Hoyuelos.
Al parecer, mi falsa cita a ciegas no me había invitado a ver el hockey con él, sino a verlo jugar.
Y así comenzó mi aventura con Max Yearwood.
Era todo lo que necesitaba en ese momento: divertido, sexy, dispuesto a todo, y sólo estaría unos meses con nosotros, ya que había fichado por un nuevo equipo a cinco mil kilómetros de distancia.
Max propuso que pasáramos el verano ayudándome a olvidar a mi ex. Parecía un buen plan. Las cosas no podían ponerse demasiado serias cuando teníamos una fecha de caducidad. ¿Verdad?
Aunque, ya sabes lo que dicen sobre los planes mejor hechos.
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