Venganza.
Escondiéndose en lo profundo de las sombras de la naturaleza humana, arde sin llama... hierve a fuego lento…
Espera.
Solo que, para mí, ya no era una bestia hibernando.
El día que descubrí los males cometidos en mi contra, la venganza se abrió camino a través de mí. La bestia había salido de su guarida con una ardiente necesidad de destruir al hombre que destrozó mi matrimonio.
¿Y ahora?
Ahora, era mi salvavidas.
Mi oscura amante.
Mi. Entero. Propósito.
Venganza.
Dicen que al final es dulce, y yo les creí. Casi podía saborear esa miel en mi lengua, como un bálsamo que necesitaba para sofocar la amargura.
Pero todo fue una mentira.
Me quedé ciego.
Y ni una sola vez pensé en a quién podría lastimar en el camino.
Nunca consideré las bajas que pueden caer en mi camino de destrucción.
No…
La venganza no es dulce. La represalia no termina en recompensa.
La venganza no es justicia.
¿Las promesas susurradas por esa bestia interior?
Todas son huecas.
Todo lo que siempre quiso fue ser liberada.
Al final, nunca esperé que las cosas fueran peores que cuando todo comenzó.
Nunca esperé los restos dejados a mi paso.
Nunca la esperé a ella.
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