Cada año, en mi cumpleaños, mi torturador vuelve para reclamar una de mis primicias.
El día de mi decimosexto cumpleaños, un desconocido de Córcega se presenta en mi fiesta. Angelo Russo parece un ángel, pero más de los que decapitan dragones que de los de suaves alas blancas. Es oscuro como el océano y sin aliento como el agua. Dice que quiere todas mis primicias como si ya le pertenecieran, pero mi padre me ordena que me aleje de este hombre.
Por mucho que lo intente, no puedo escapar de él. Nadie puede mantenerme a salvo. Cada año, en mi cumpleaños, me trae un regalo, y cada uno tiene un efecto perjudicial en mi vida, con consecuencias inimaginables. Con cada regalo que me ofrece, reclama otra de mis primeras veces. Antes que me dé cuenta, ha tomado el control de mi existencia, convirtiéndome en un manojo de nervios, porque cuando cumpla dieciocho, ya sé qué es lo primero que vendrá a buscar.
El precio que pagué por ella me costó demasiado caro como para dejarla ir.
Un trato sellado con un apretón de manos prometió que sería mía. Una promesa rota la arrancó de mi futuro. Hice sacrificios indescriptibles para reclamar lo que por derecho me pertenece. Después de toda la sangre que derramé en su nombre, el vínculo que nos une es el odio. La guerra nos costó muy caro a ambos, pero el precio que pagamos no será en vano. Nunca la dejaré ir.
Si cree que puede escapar de su destino, aún no ha visto lo peor de mí. Si cree que conoce al diablo que hay en mí, está a punto de conocer al monstruo.
Estamos condenados a destruirnos mutuamente, pero vamos acabar con este juego, cueste lo que cueste.
En mi negocio, cada día amanece con el olor de la muerte en el aire. Pero no será una bala la que me mate. Es Sabella, la mujer que me prometieron, la mujer que me traicionó.
La odio y la deseo a partes iguales, una situación agonizante creada por mí mismo. Nos dirigimos por un camino de destrucción, pero ya no hay vuelta atrás. A la primera oportunidad que tenga, volverá a apuñalarme por la espalda. Es un riesgo peligroso y una amenaza para mi familia. Si fuera inteligente, eliminaría ese riesgo y dejaría que los tiburones se encargaran de su funeral. Debo ser un idiota, porque voy a terminar lo que empecé, cueste lo que cueste.
Le entregué mi inocencia y mi virtud. Le entregué mi amor y mi odio. ¿Queda algo por entregarle?
Angelo Russo irrumpió como una tormenta en mi vida y dejó destrucción a su paso. El hombre que me odia sin límites es el hombre que me puso un anillo en el dedo y me dio su apellido. Mi esposo es mi peor enemigo.
No queda nada que salvar del desastre de nuestras vidas. Se casó conmigo para destruirme, e hizo un trabajo extraordinario. Se llevó mi inocencia y mi virtud. Le entregué mi amor y mi odio. Y justo cuando pienso que no hay nada más que entregar, me doy cuenta de lo equivocada que estoy. Lo que Angelo más quiere es la promesa de vida que llevo dentro de mi cuerpo. Cuando haya tomado ese último pedazo de mí, me aplastará con una sonrisa en su bello rostro y borrará mi existencia de su memoria para siempre.
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