Millicent Foxboro está atormentada.
No por fantasmas, sino por la angustia de su pasado y la incertidumbre de su futuro. Después de todo, incluso en el progresista año de 1928, la mayoría de la gente se resistiría a contratar a una mujer que ha pasado dos meses en un psiquiátrico por amnesia traumática. Por eso, cuando le ofrecen un puesto de ayudante de un solitario profesor de mitología con un salario impío, su desesperación por la estabilidad se impone a su naturaleza precavida.
Para consternación de Millie, el viudo profesor Callum Hughes y su finca, Willowfield, son más de lo que esperaba. La una vez magnífica casa, conocida por sus extensos jardines y sus deslumbrantes fiestas, se está desmoronando tras la muerte de la frágil esposa del profesor. Además, el personal se ha reducido a las tres únicas personas que no se han asustado por los rumores de fantasmas, dejando los pasillos vacíos y languideciendo en amargos recuerdos.
El propio profesor es un hombre sombrío e intenso con expectativas poco claras, estados de ánimo impredecibles y ojos hambrientos que encienden las propias pasiones dormidas de Millie. Cuanto más se siente atraída por el profesor Hughes y su extraño mundo de flores y folclore, más se acerca la casa, amenazando con revelar sus secretos. Pero el profesor guarda sus propios secretos y el más peligroso de todos es el que ella debe descubrir.
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