Cuando te dicen que corras, te levantas y no miras atrás.
Teníamos una oportunidad de escapar de las garras del Ministro Siniestro, y la aprovechamos. Tomados de la mano, Kansas y yo huimos en mitad de la noche, con la promesa de que nunca contaríamos a nadie lo que pasó en aquella casa y cómo murió Constantine.
Eisley ha pasado la última década mirando por encima del hombro mientras intentaba olvidar los horrores que el Ministro y La Familia le infligieron a ella y a otros. Sin embargo, algo sigue llamándola. En las raíces más profundas de su psique, no puede escapar de las pesadillas del tiempo que pasó atrapada en el culto.
Todos sus temores llegan a un punto crítico cuando encuentra una carta pegada a su puerta, en la que se le informa de que se está rodando un documental sobre el Ministro y los sucesos que tuvieron lugar diez años atrás. Cuando declina cortésmente la invitación, no puede evitar preguntarse por qué no han insistido más en hablar con ella.
No es hasta que enciende la televisión cuando se da cuenta de que no necesitaban que hablara porque, para cautivar a la audiencia, tenían a otra persona. Encontraron a Constantine.
Está vivo.
Y recuerda que lo dejamos.
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