Cade Jennings siempre estaba ahí cuando lo necesitaba, hasta que dejó de estarlo.
Pasé toda mi vida amando al hermano mayor de mi mejor amiga. En cada uno de mis cumpleaños mi deseo era que Cade finalmente se fijara en mí.
Y un día lo hizo.
Pero no todas las historias de amor tienen finales felices.
Han pasado años desde que dejé el pequeño pueblo de Sutten Mountain devastada y con el corazón roto. Usé el dolor para hacer una novela superventas que consolidó que nunca tendría que volver.
Hasta que sobrevino la tragedia y me vi obligada a enfrentarme al hombre que destrozó mi corazón.
Pensé que sería lo suficientemente fuerte como para volver a verlo. No me esperaba al hombre enfadado y destrozado que me miraba.
Pero cuanto más tiempo pasamos juntos, más vislumbro al hombre del que me enamoré. Su tacto sigue poseyéndome. Su beso sigue marcándome. E incluso des-pués de todo este tiempo, los sentimientos que tengo por él todavía me consumen.
Cade y yo somos un asunto pendiente, y esta vez, él no me dejará marchar hasta que reescribamos nuestra historia.
Camden Hunter no pertenece aquí.
Yo he pasado toda mi vida en el pequeño pueblo de Sutten Mountain, donde todo el mundo conoce a todo el mundo y se pueden detectar los problemas a una milla de distancia.
Camden es un problema.
Es un multimillonario arrogante y egocéntrico de la ciudad con demasiado dinero y pocos modales.
Y acaba de abrir una lujosa galería de arte al lado de mi pasteleria.
Así que cuando acude a mí desesperado por un favor, no puedo evitar proponerle un trato: yo me encargo del catering de su gran inauguración y, a cambio, él tiene que pasar un día conmigo como un lugareño más, para experimentar la belleza y el talento que ofrece este pueblo.
Esperaba que viera un lado diferente de Sutten. Lo que no esperaba era ver un lado diferente de él.
Ahora, en lugar de querer que se vaya, espero que se quede. Cuanto más lo veo enamorarse del pueblo, más empiezo a preguntarme si alguna vez podría enamorarse de mí.
Sólo hay un problema. Camden Hunter no pertenece a mi mundo, y yo no pertenezco al suyo.
Él es una llama y yo soy gasolina, y cuanto más jugamos con fuego, más me pregunto cuánto tiempo podremos seguir tentando a nuestro destino.
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