Pidió un cazador de monstruos. En su lugar, lo consiguió a él.
La adinerada señorita Elizabeth Delane ha pasado los últimos veintidós años escondiéndose de las ofertas de matrimonio en el pequeño y pintoresco Oakenridge, un pintoresco pueblo escondido de la sociedad en el corazón de las boscosas montañas del norte. Su soltería planeada estaba funcionando bien hasta que los vampiros se mudaron hace un año.
Ahora su padre ha desaparecido, los monstruos se han apoderado del pueblo y su única esperanza de sobrevivir depende de un cazador al que no conoce.
Lo que Elizabeth no sabe es que ese hombre tiene un secreto: Benjamin Oliver no es un cazador de vampiros.
Es el director ejecutivo de GHOST, un renombrado gremio de cazadores de monstruos, y está decidido a demostrar que sus hombres pueden reducir gastos sobre el terreno. Han estado despilfarrando el dinero del gremio a diestra y siniestra, rompiendo las reglas como si fueran sugerencias, y él va a ponerle fin.
¿Recogerá Benjamin sus flechas de ballesta del cadáver de un monstruo para salvar veintitrés kevlings? Por supuesto que sí. ¿Negará su intensa atracción por la encantadora heredera que le han enviado a rescatar, obedeciendo estoicamente el Artículo Cinco, Sección Siete de la guía? También lo hará.
Al menos, ése es el plan. O lo era hasta que la pareja descubre un nido de vampiros con una agenda que se extiende mucho más allá de Oakenridge. Ahora Benjamin está rompiendo las reglas, gastando kevlings como si crecieran en los árboles, y haciendo todo lo posible para mantener a Elizabeth a salvo.
Si tienen suerte, saldrán de ésta con vida. Si tienen mucha suerte, no destruirán el presupuesto de Benjamin en el proceso...
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