Sus ojos azules me atraen. No puedo perderme en ellos.
Ni ahora.
Ni nunca.
De alguna manera, me convenció de trabajar para él. Acepté en contra de mi buen juicio. Debería estar concentrada en protegernos a mi hijo —con necesidades especiales— y a mí de un pasado abusivo. Pero estoy demasiado consumida por el dueño del burdel, Benjamin Wesley, como para darme cuenta de que el peligro nos ha encontrado.
Ya no seré el saco de boxeo de nadie. He aprendido a protegerme, y cuando mi ex aparece queriendo reclamar al hijo del que una vez abusó, me defiendo.
Alguien terminará muerto... pero no seré yo.
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