Mi nombre es Ivy Davis, y soy una esclava.
Una prisionera en mi propia piel. Viviendo en un mundo tan lleno de incertidumbre, tan lleno de muerte, apenas puedo expandir mis pulmones para respirar por completo.
Los moretones permanentes en mis rodillas son un testimonio de la vida que vivo. Arrodillada ante el diablo que me ha quitado años de vida y la ropa de la espalda. La sombra del cautiverio oscurece mi alma, hasta el punto en que la libertad se convierte en un final más de cuento. Es decir, hasta el día en que el mundo estalle, la vida que he llegado a conocer se derrumba a mis pies cuando Aziel Macklin entra en mi vida, con ojos que podrían cortar vidrio y una mueca tan letal, ese músculo dormido debajo de mis senos golpea por la primera vez en años. Aziel Macklin, vicepresidente de The Seven Motorcycle Club. El hecho de que lo apoden la Ira debería asustarme.
Lo hace. Pero, a la hora de elegir entre un diablo y el siguiente. yo lo elijo.
Estoy casada con un monstruo.
Pero estoy enamorada de una bestia.
Para bien o para mal, hasta que la muerte nos separe...
Esos son los votos que he prometido mantener.
Mantendré esos votos, incluso si eso significa soportar un infierno lleno de abuso y miseria.
No hay escapatoria, y mi sufrimiento es más profundo que las cicatrices de mi piel.
Mi tormento parece no tener fin, y la depresión empieza a asfixiarme como una manta de lana, arañando la superficie y escarbando en lo más profundo de las fibras de mi ser.
Hasta que aparece él.
Mi hombre misterioso
Me observa. Me sigue. Me acecha.
Desciende bajo mis cicatrices y arranca la desesperación de mis huesos.
Con sus rasgos crueles y su chaleco de cuero, mi hombre misterioso debería asustarme.
Vive de infligir dolor, de extraer sangre, de la muerte.
Debería huir de un hombre tan despiadado, tan brutal.
Un hombre que quiere causar dolor.
Entonces, ¿por qué acabo huyendo con el?
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