Lucas Wilder me persiguió sin descanso. Nuestro romance y boda fueron un torbellino. Cuatro meses después, de repente se divorció de mí y se casó con su ex novia embarazada.
Esto provocó un frenesí en las publicaciones sensacionalistas y ella los mantuvo ocupados difundiendo mentiras crueles sobre mí y la banda. Me negué a hacer comentarios y mantuve un perfil bajo.
Mi atención se centró en mi música, la banda y nuestra próxima gira.
Meses después, cuando mi ex insistió en una reunión, debería haberme negado. No debería haberlo dejado entrar en mi habitación de hotel. No debería haber tenido sexo con él. Las consecuencias de ese acto de absoluta estupidez fueron enormes.
Pero era mi error y lo iba a manejar sola.
Niko Orloff, mi guardaespaldas, no estuvo de acuerdo. Se abrió paso a empujones en mi vida y en mi corazón.
Mi gran oso ruso me dio todo lo que necesitaba. Felicidad. Amor. Nuestros hijos. Un hogar.
Hasta que el pasado del que escapó cuando era un niño asomó su fea cabeza y cuando ellos terminaron con nosotros solo quedaron cenizas.
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