La vida me ha enseñado que soy olvidable, a menos que alguien necesite algo de mí. Mientras las cosas van bien, la gente se olvida de que existo, pero en cuanto se desata el infierno, mi número es al que llaman.
Apesta.
Por una vez, me gustaría ser una prioridad en la vida de alguien. Me gustaría que me tuvieran en cuenta. Quiero que se escuche mi voz, pero eso nunca va a suceder.
Soy la olvidable. Siempre lo he sido. Siempre lo seré.
Queriendo sentir que soy una prioridad por una noche, tomo el asunto en mis propias manos y reservo una cita a través del servicio The Perfect Gentleman. Me imagino que si voy a pagar por la cita, el chico se verá obligado a prestarme la atención que siempre he anhelado.
No voy a mentir, estuve a punto de cancelar la cita cientos de veces, pero armándome de valor, me dirijo al restaurante para conocer al Señor Perfecto.
El Señor Perfecto resulta ser PERFECTO en el departamento de apariencia. Sus ojos azules son seductores y juguetones, me atraen como una polilla a la llama, y el aura dominante que irradia me hace sentir segura.
No imaginaba que mi vida estaba a punto de ponerse de cabeza.
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