Más traicioneras que la guerra... son las batallas dentro de un corazón.
Encaramados entre ramas y sombras, observamos, maquinamos, luchando por un reino olvidado y abandonado.
Hasta que la arrancamos con nuestras garras,
Nuestra prisionera, nuestro peón, nuestro juguete.
Ella es inocente y pura.
Frágil e indefensa.
Pero tan culpable por la sangre.
Ella nos llama bestias.
Malvados y perversos.
despiadados y crueles.
Somos todo eso y peor.
Uno de nosotros le ofrece refugio bajo sus alas, susurrando promesas de placer.
Buscando redención.
El otro anhela romperla en mil pedazos.
Susurrando promesas de dolor, buscando venganza.
Atrapada entre nuestras plumas.
Ella soporta nuestros deseos desquiciados.
Nuestros secretos, nuestras mentiras.
Nuestros retorcidos planes.
¿Se rendirá a nuestra oscuridad, o luchará por un destino cada vez más difícil de alcanzar?
Bienvenida a la Corte de los Cuervos, pequeña paloma blanca.
Más dolorosos que el amor... son los secretos que nos atan y nos dividen.
A la deriva en un cielo ensombrecido por la guerra, buscamos, nos duele, buscando a la mujer que huyó de nosotros.
Rompimos su corazón, pero ella desplegó sus plumas, nuestro amor, nuestra pequeña paloma, escapando de nuestras garras en alas blancas y puras.
Uno de nosotros se eleva sobre las almenas, perseguido por los errores del pasado, jurando nunca repetirlos.
El otro atraviesa muros de piedra y odio, ansioso por destruir los grilletes de su pasado, decidido a encadenarla a él en su lugar. Para siempre.
Las lealtades se rompen.
Las amistades se ponen a prueba.
En medio del caos, una afirmación se mantiene irrefutable: la recuperaremos.
Será nuestra.
Vuelve a casa con nosotros, cuervo blanco.
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