Era complicado, también era sólo el comienzo.
Una decisión.
Una elección sencilla.
Siempre hay un momento en la vida donde las cosas podrían haber sido diferentes. Ese momento en el que podrías haber elegido un camino que te conduciría por un lugar determinado.
Una vida diferente.
Era más fácil fingir que seguíamos siendo los mejores amigos, y que ella era mi chica y yo su chico.
Fingir era mejor que saber la verdad...
Nos. Arruiné.
La tenía.
La perdí.
La amo.
Todo lo que hice fue complicarnos.
Era sólo cuestión de tiempo hasta que la verdad saliera a la luz.
Nunca pensé que llegaría a esto...
Lo intenté, Dios sabe que intenté mantenerme alejado de ella, pero finalmente crucé esa línea y rompí esa confianza.
Ya no podía volver atrás y estoy seguro de que no me arrepentí ni una sola vez.
Sabía que pagaría un infierno, sabía la ira que enfrentaría, pero aceptaría voluntariamente las quemaduras y cicatrices solo para tener el amor de la hermana de mi mejor amigo. Si hay una persona por la que iría voluntariamente al infierno y regresaría era por… Lillian Ryder.
La conocí cuando tenía dieciséis años.
Me enamoré de ella cuando tenía diecisiete años.
Ella me puso de rodillas cuando tenía veinte.
La amaba contra toda razón. Contra toda esperanza. Contra todo pronóstico.
Ahora ella ha regresado, un recordatorio constante de lo que perdí, de lo que pudo haber sido.
La odio.
Estoy resentido con ella.
Todavía la amo.
¿Puedo perdonarla...?
¿Será ella mi fin una vez más o mi comienzo?
Dicen que para encontrarte a ti mismo tienes que volver a casa.
¿Qué pasaría si estuvieras huyendo de casa?
¿Dónde te dejaba eso?
Siempre al otro lado de la valla.
Siempre mirando hacia adentro.
Siempre deseando ser alguien que no podría ser.
Hasta que un día la conocí.
A la única.
Ella era mi droga, pero también...
Mi muerte.
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