La vida solía ser sencilla.
Era una chica de ciudad con sueños humildes. Entonces Dylan O'Dea irrumpió en mi apartamento, me sujetó contra la pared y me dijo que me callara.
Fue como en las películas, donde el universo se concentra en una sola escena. Lo miré a los ojos y supe que iba a cambiarme.
Para Dylan, el cielo siempre estaba cayendo. Me mostró cómo nuestro mundo es una contradicción de belleza y fealdad. Cómo elegimos ignorar lo horrible y cubrirlo con lo agradable. Cómo se necesita sólo una gotita de algo desagradable para crear cualquier gran aroma.
Bastante profundo para un par de adolescentes que viven en un bloque de apartamentos de protección oficial en el centro de Dublín, ¿verdad? Seguramente. Pero no éramos los típicos. Los dos teníamos nuestras obsesiones. La mía era cultivar cosas, la de Dylan eran los olores. Él me enseñó a usar la nariz y yo lo introduje en la magia de las flores.
No tenía ni idea de que un día construiría un imperio a partir de lo que empezamos juntos. Pero antes de eso, hubo amor y felicidad, tragedia y desamor épico...
Me llamo Evelyn Flynn y voy a hablarte de una grieta en todo.
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