Desde que tengo memoria, todo lo que he conocido es la guerra, el dolor y la m*erte.
Mi madre siempre me decía que nuestra gente vino a este mundo luchando y salió igual. Solo que algo dentro de mí murió en el camino; el deseo de victoria y destrucción ya no es mi musa.
Perdido, regresé al único lugar en el que me sentía como en casa desde que el mío fue destruido hace mucho tiempo.
Y fue entonces cuando sucedió.
Cuando ella pasó.
Pelo de cuervo y ojos esmeralda que me endurecieron y me derritieron con una sola mirada. Las exuberantes caderas y las curvas femeninas me llamaron a hacer algo que nunca antes había considerado: hacerla mía, unirla a mí, y ni siquiera sé su nombre. Su juventud merece algo mejor que un monstruo con cicatrices devastado por años de batalla.
Aún así, en el fondo sé que ella es mi destino. Pero, cuando los crueles secretos y la dolorosa historia vienen a separarnos, encuentro mi verdadero propósito. Para saldar viejas deudas. Para arrasar con aquellos que desean hacerle daño. Para asegurar lo que le fue robado.
Para derribar reinos para mantenerla.
Para siempre. No importa el derramamiento de sangre.
Mi rostro y mi cuerpo llevan los recuerdos de actos destinados a destruirme. Pero aunque mi vida como el Príncipe Bastardo con cicatrices ha sido su propia especie de infierno, mis ojos han mirado al cielo.
Y el nombre del cielo es Iris.
Me mantengo oculto, observándola día y noche. Soy un monstruo que debe mantenerse en las sombras y, a su vez, las sombras han sido mis amigas.
Cuando finalmente me ve, no ve al monstruo. Ella ve al hombre. Y sé que Nunca podré dejarla ir.
Pero el destino es un amante cruel, y cuando Iris se convierte en el peón de una partida real de ajedrez, la venganza es mi nuevo objetivo. Incluso si tengo que Desquitarme con mi propia familia.
Al diablo la lealtad. Me quité la máscara. El monstruo es libre.
Que Dios se apiade de las almas de aquellos que eligieron dañar lo que es mío. Porque no lo haré.
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