Nadie la había mirado nunca y visto la perfección, hasta ahora.
La delicada Theresa Noble, de pelo tiziano, ha conocido a los socios de su padre en el pasado, pero el hermoso Sandro De Lucci, nacido en Italia, la deja sin palabras. Sin embargo, dieciocho meses después de su matrimonio, Sandro se ha convertido en hielo. Desesperada por escapar de una relación que ha demostrado ser tan obstinadamente apasionada como fría y odiosa, Theresa se arma de valor para pedir el divorcio. Pero antes de acceder a su pedido, Sandro le exige algo a Theresa: un hijo.
El estancamiento la enferma. No importa que Sandro aún no haya presentado a Theresa a la gran familia que significa tanto para él. O que Theresa escucha a su esposo hablando por teléfono con una mujer misteriosa. Lo más condenatorio es que Theresa siente, en el trato que le da Sandro, las maquinaciones tras bambalinas de Jackson Noble, su cruel padre. Desde lo más profundo de su angustia, Theresa debe buscar una verdad empoderadora sobre el marido que la llama, con tan frío afecto, su cara, su amada.
Bronwyn Palmer, alta y delgada, de veintiocho años, se ha vuelto positivamente demacrada, un fantasma de lo que era antes. Esa era, y sigue siendo, la esposa de un ejecutivo rico y apuesto con una casa con vista al mar y su propio personal de seguridad.
Fue en esa casa, hace dos años, donde Bryce Palmer supo que Bronwyn estaba embarazada de su primer hijo. Pero la ira de Bryce por su paternidad inminente desencadenó una reacción en cadena de traumas emocionales y físicos que los hirieron a ambos. Para Bronwyn, significó huir del matrimonio perfecto para empezar de nuevo sin nada más que cuidar de una hija precoz llamada Kayla. Para Bryce, significó pasar dos años tortuosos culpando a su esposa por abandonarlo y viviendo con el dolor de no conocer a su hijo. Ahora, un encuentro casual ha traído a Bronwyn de vuelta a la vida de Bryce, ambos con cicatrices... y sin saber toda la verdad de esa fatídica noche que los separó.